domingo, 24 de mayo de 2015

La Necesaria Ecuanimidad


La Necesaria Ecuanimidad.


Si alguna vez estás a punto de estallar, de perder el control, de herir a alguien con tus palabras, recuerda: aunque solo sea en un momento de lucidez, que tú mereces ser dueño de ti mismo y no perder la oportunidad de calificarte con un 10 en sosiego y en paz interior. Corta en seco la furia desatada de tus pensamientos realizando diez inspiraciones y espiraciones profundas, lentas, completas, respiración abdominal; y todo cambiará en breves instantes, dentro y fuera de ti, para tu bien. En anteriores reflexiones, ya abordábamos el tema de la ira como una de las 12 necesidades imperiosas y descontroladas del ser humano. En la reflexión 14 del presente, nos hemos referido a la ira como una causa justificada, no como necesidad imperiosa propia de un iracundo cascarrabias, compulsivo e irrefrenable. Ahora nos importa reflexionar sobre el aprendizaje de la ecuanimidad como medida eficaz para mantener el control de nuestras palabras y conducta. Podemos tener razón, pero sin el dominio de nuestros sentimientos, ofuscada nuestra mente, nos convertimos en seres débiles, patéticos y a la deriva; y tan necios que, al dar rienda suelta a nuestra cólera, paradójicamente llegamos a vengar las faltas ajenas en nosotros mismos. En otras palabras: permitimos que nuestros enemigos se salgan con la suya y satisfagan plenamente sus deseos de venganza y de causarnos el mayor mal posible. Buen antídoto contra la ira son sus contrarios: la calma, el hablar pausado y sereno, la actitud relajada, la respiración lenta y profunda y el sentido del humor. Además, el evitar la reacción iracunda inmediata, reactiva y explosiva, tratando de retrasarla en lo posible, suele ser una excelente medida. Mediante la dilación nos enfriamos emocionalmente y damos tiempo a que llegue algo de cordura y de sensatez a nuestra mente. Si conseguimos superar la necesidad imperiosa de dar una respuesta descontrolada y con la misma carga destructiva, de rencor o de rabia de nuestro oponente, nos haremos con los mandos de nuestra propia reacción y seremos capaces de posponer la cólera para otro momento.


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