sábado, 4 de diciembre de 2010

LA SUPREMA RIQUEZA


LA SUPREMA RIQUEZA

Del libro: EN ARMONÍA CON EL INFINITO por RODOLFO WALDO TRINE

Oigo preguntar: ¿Qué sabemos en concreto respecto al modo de
reconocer la verdadera riqueza? Los hechos sobre los que se funda este
reconocimiento son realmente los más hermosos y verdaderos; pero
¿cómo podremos actualizar en nosotros mismos tan admirables resultados?

El procedimiento será fácil con tal que nosotros mismos no opongamos
la dificultad. Lo principal es que abráis vuestra mente y vuestro corazón
al divino flujo que sólo espera ver las puertas de par en par, como
para el riego de los campos mana el agua en cuanto tiene abierta la salida
del depósito. El agua, por virtud de su misma naturaleza, baja a regar el
valle con sólo abrírsele la compuerta. Asimismo, respecto de nuestra unidad
con Dios, sólo debe decirse, conforme hemos visto: Uníos con Él. Lo
necesario es que abráis vuestra mente y vuestro corazón a fin de que
tomen las debidas disposiciones receptivas, fortalecidas luego por
ardentísimo y sincero anhelo.

Al principio puede ser un eficaz auxilio colocarnos diariamente por
algunos momentos en meditación y silencio, a fin de que no nos conturben
las percepciones de los sentidos corporales. Allí, en silencio, a solas
con Dios, podéis colocaros en actitud receptiva, anhelando sosegada,
tranquila y expectantemente que el divino flujo inunde vuestra alma. Cuando
esto ocurra, notaréis primero sus manifestaciones en vuestra mente y las
sentiréis físicamente después en vuestro cuerpo. Entonces, en el grado
en que os abráis a este flujo, sentiréis un tranquilo, pacífico, e iluminante
poder que equilibrará cuerpo, mente y alma, y os pondrá en armonía con
el mundo entero. Estaréis en la cima del monte, os hablará la voz de Dios
y al bajar llevaréis con vosotros el supremo reconocimiento. Vivid en él
durante el trabajo y el descanso, paseando, velando y durmiendo. De
este modo, aunque no podáis permanecer continuamente en la cima,
podréis vivir perpetuamente en toda la hermosura, inspiración y poderío
que allí hayáis encontrado.

Además, día llegará en que entre las ocupaciones de la oficina o el
estrépito de la calle logréis ensimismaros y aislar vuestro ser, echando el
manto de vuestros pensamientos sobre el mundo exterior y creyendo
firmemente que por doquiera que vayáis y doquiera que estéis, os guía,
guarda, protege y conduce al Espíritu de Dios, que es el compendio de
infinita Vida, Poder, Sabiduría, Paz, Amor y Abundancia. Tal es la oración
continua. Esto es conocer a Dios y seguir sus pasos. Esto es hallar el
Cristo interior. Esto es nacer de nuevo. Primero lo natural, después lo
espiritual. Así al hombre viejo, Adán, sucedió al Cristo, hombre nuevo.

Esto es alcanzar la vida eterna, el conocimiento de Dios. El placer presente
será un sueño del pasado. Hemos de entonar un nuevo canto: “La
hermosa y eterna actualidad”.

Esto lo podemos lograr desde hoy mismo, desde esta hora, desde
este momento, si lo anhelamos y queremos. Y si volvemos el rostro hacia
el buen camino, no pasaremos mucho tiempo sin gozar de los esplendores
de esta completa realización. Vuelve el rostro hacia la montaña, emprende
la marcha, y ya rápida, ya pausadamente, llegarás a ella; pero no
llegarías si no vuelves tu rostro al buen camino y emprendes la marcha.
Goethe dijo:

“¿Estás en buena disposición? Aprovecha este instante, porque la
audacia entraña magia, poder y genio. Comienza: el ánimo se enardecerá,
y una vez que des principio al trabajo, estará concluido”.

Y dijo Gautama: “Desperté a la verdad y resolví llevar a cabo mi
propósito. Verdaderamente llegaré a ser Buda”. Esto le llevó a la vida de
iluminado y le enseñó que ahora y siempre está en la intrínseca posibilidad
de todos alcanzar aquella misma realización. Por ella llevó la luz a
millones de personas.

Dijo Jesús: “¿No sabéis que yo debo atender a los negocios de mi
Padre?”. Haciendo de esto el gran objeto de su vida, llegó a plena y completa
realización. “Yo y mi Padre somos una misma cosa”. De este modo
llegó a la completa realización del reino de los cielos en esta vida. Sus
enseñanzas fueron que todos podemos lograr, ahora y siempre, esta misma
realización. Y de este modo llevó la luz a millones de gentes.

Por lo que toca a las cosas prácticas, no hallaremos en toda la
redondez de la tierra nada más práctico que buscar primeramente el
reino de Dios y su justicia, para que todo lo demás se nos dé por añadidura.

Nadie que a esta verdad se abra y según esta verdad viva, dejará
de comprender y percibir las superiores leyes sobre que se funda. Personalmente
conozco a muchos que han hallado el reino de los cielos
por medio de su unidad con Dios y se han abierto tan completamente a
su divina guía que son los más admirables ejemplos de tan capital e
importante verdad. Gentes hay cuya conducta se acomoda a esta guía,
no sólo de un modo general, sino en todos los pormenores de la existencia,
y viven sencillamente en unidad con el infinito Poder, continuamente
en armonía con Él. Suya es la abundancia de todas las cosas.

Nada pierden. Reciben cuanto en justicia piden y jamás temen perder
en lo que hacen ni en cómo lo hacen. Su vida está exenta de cuidados,
porque tienen el convencimiento de que la Providencia del supremo Poder
los releva de todo afán. Si entráramos en pormenores respecto de algunas
de estas vidas ejemplares y especialmente de dos o tres que recuerdo
en este momento, veríamos hechos que parecerían increíbles si
no milagrosos. Mas, recordemos que todos podemos realizar lo que
otro realiza. Esta es verdaderamente, según naturaleza, la vida normal,
la vida cotidiana de quienes logran esta suprema realización y obran en
armonía con las leyes superiores. Esto es sencillamente lanzarse a la
divina corriente que arrastra el universo entero y dejarse llevar tranquilamente
por ella, día tras día, como se mueven los mares en su flujo,
como se mueven los planetas en sus órbitas, como se suceden ordenadamente
las estaciones del año.

Las angustias, incertidumbres, enfermedades, sufrimientos, temores,
vacilaciones e inquietudes de la vida, nos acometen porque no estamos
en armonía con el orden divino de todas las cosas y nos acometerán
mientras no lo estemos. Trabajoso e inseguro es ir contra la corriente; fácil
y dulce es seguirla y aprovecharse ventajosamente de su poderosa fuerza
natural. Llegar a la consciente y vital unidad con Dios, es seguir la
divina corriente.

Al ponernos de este modo en armonía con el Infinito, nos pondremos
a la vez en armonía con cuanto nos rodee, en armonía con la vida de

los cielos, en armonía con el universo entero. Y la armonía de lo alto nos
llevará a la armonía con nosotros mismos, de modo que perfectamente
armonizados cuerpo, mente y alma, sea plena y completa nuestra vida.

Entonces ya no nos dominarán ni esclavizarán por más tiempo los
sentidos corporales. Lo físico quedará subordinado y regido por lo intelectual,
y lo intelectual subordinado y continuamente esclarecido a su vez por
lo espiritual. No será ya la vida la misérrima que casi siempre es, sino una
vida con todas sus bellezas, con sus siempre crecientes alegrías y poder.

De esto podremos colegir que el equilibrio es la acertada solución
de la vida; ni ascetismo ni libertinaje. De todo lo bueno podemos gozar,
con tal de que con prudencia y parsimonia lo disfrutemos a fin de completamente
aprovecharlo.

Cuando vivamos en esta superior realización nuestros sentidos serán
mucho más perfectos y más delicados a medida que el cuerpo se
adelgace y estlice con mayor flexibilidad en contextura y forma. De este
modo, por caminos perfectamente naturales, llegaremos al reino de la
superconciencia donde se nos revelen las supremas leyes y verdades. Y
cuando en este reino entremos, no estaremos entre quienes empleen el
tiempo en especular sobre si éste o el otro tienen o no poderes que se le
atribuyen , sino que seremos capaces de conocerlos por nosotros mismos.

Ni tampoco estaremos entre quienes se empeñan en instruir a
lasgente con lo que otros dijeron, sino que sabremos cuanto digamos y
podremos hablar con autoridad. Muchas cosas hay que no conoceremos
hasta llegar al estado en que se nos puedan revelar. “Si algún hombre
hace la voluntad de Dios, conocerá la doctrina”. Plotino dijo: “La inteligencia
que desee ver a Dios, debe unirse con Dios”. Cuando nos pongamos
en estado de recibir las leyes y verdades superiores, seremos entes dilucidados,
conductos por los que la verdad se revele a toda la gente.

El completamente sensible a todas las posibilidades que entraña
este hondo despertar del alma, comunica a los demás la llama de la inspiración
y suscita en ellos el sentimiento de un poder semejante. Continuamente
emanan de nosotros las influencias de nuestra propia vida, de
la misma suerte que cada flor exhala su peculiar aroma. La rosa esparce
por el aire su fragancia, y cuanto está cerca de ella, impregnado queda de
sus emanaciones. Una hierba ponzoñosa esparce su dañino olor, que
mata a quien lo aspira.

Del alma elevada y noble emanan inspiraciones sublimes y
fortalecedoras; del alma baja y rastrera se desprenden nocivas influencias
que malean todo cuanto alcanza. Cada espíritu está rodeado de una
atmósfera moral de la que irradian beneficiosas o nocivas influencias.

Dicen los marinos que han navegado por el mar de las Indias, que
muchas veces advierten la proximidad de ciertas islas, antes de verlas en
lontananza, por el suave perfume de los troncos de sándalos que flotan
sobre las aguas. De la misma suerte el alma puede dejar sentir la influencia
de las sutiles y silentes fuerzas que constituyen su perfume, como una
bendición repartida por doquier. La gente dirá: “trae paz y alegría a nuestras
casas; bienvenido sea”. Y cuando por la calle pases, los hombres
fatigados, angustiosos y enfermos, sentirán que una mano divina despierta
en ellos nuevos deseos y los resucita a nueva vida; y hasta los mismos
brutos volverán la cabeza dirigiéndote miradas casi humanas de gratitud.

Tales son las sutiles potencias del alma cuando en ella se trasparenta la
divina influencia de su bondad. Cantos de gozo exhala el alma que logra
la plenitud de su interior, cantos en que expresa el sentimiento de su
beatitud.

“¡Oh! en el Eterno me apoyo y todas las cosas son divinas para mí.
Con el maná celestial acallo el hambre y con la ambrosía del cielo la sed
apago. En las radiantes tintas entremezcladas de carmín, azul y oro de
los refulgentes rayos del iris, contemplo el amor del Padre. ¡OH! mis
sentidos se arroban y el alma se enajena en los cantos del pintado
pajarillo, en el perfume que exhalan las flores como bendiciones de suave
aroma, en los poéticos celajes de la mañana y en los magníficos
esplendores del ocaso”.

Quien alcanza y vive continuamente en la completa y consciente
unidad con Dios, alcanza tal suma de belleza, alegrías y magnificencias,
que sólo es capaz de conocer quien con el infinito Poder se une. Así se
logra la posesión de los más ricos tesoros durante nuestro paso por la
tierra. Así se trae el cielo a la tierra, o más bien se lleva la tierra al cielo. Así
se transmuta la debilidad e impotencia en fortaleza y vigor; la tristeza y
angustia en alegría y sosiego; los temores e incertidumbres en esperanza
y fe; los anhelos en realidades. Así se alcanza la plenitud de Paz, Poder y
Abundancia. Esto es estar en Armonía con el Infinito.

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473 - JOYAS ESPIRITUALES - 11/01 - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY

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