martes, 14 de diciembre de 2010

EL AUTOCONOCIMIENTO ( V )


EL AUTOCONOCIMIENTO ( V )

En este Fragmento de “Cartas de los Maestros” se hace referencia al origen de las dificultades que se plantean a la humanidad a través de su evolución. Intentaremos arrojar alguna luz sobre el tema refiriéndonos a las vicisitudes que tuvieron que afrontar los que podríamos llamar primeros seres humanos porque en ellos ya se comenzaron a bosquejar sus actuales características, las cuales progresivamente se fueron y se irán perfeccionando.


Inmersión en el materialismo


Los Hermanos Mayores en este sentido formulan la afirmación transcripta que reviste un profundo sentido esotérico ya que el hombre es una chispa divina que progresivamente debe ir evolucionando para adquirir, en primer término, autoconsciencia haciendo inmersión en cuerpos cada vez más densos, hasta llegar al estado en que actualmente se encuentra. Es el profundo misterio de la Creación que nuestra mente muy limitada no alcanza a comprender porque vamos de la imperfección inconsciente a la imperfección consciente para llegar a la perfección consciente. Esto aparentemente en todos los ámbitos del Cosmos.


Cómo vivíamos en las Épocas Lemúrica y Atlante


Al referirnos al descenso mencionado, que nos conduce a la materia, hemos de recordar lo expuesto por Max Heindel en el Concepto Rosacruz del Cosmos, acerca de nuestro transcurrir en las Épocas mencionadas.

Parafraseando sus afirmaciones recordemos que la atmósfera de la Lemuria era muy densa y la corteza terrestre comenzaba a adquirir dureza y solidez en algunas partes mientras que en otras todavía estaba en fusión y entre esas islas de corteza dura había un mar de agua en ebullición, en medio de erupciones volcánicas y cataclismos. Vivíamos rodeados de bosques con árboles gigantescos y animales de enorme tamaño y los seres humanos teníamos el poder de modificar la “carne” de nuestros maleables e indefinidos cuerpos, de los cuales casi no teníamos conciencia. A los ajenos no se los veía pero se los percibía.

A los niños se los hacía luchar unos contra otros en forma brutal para ejercer el poder de la voluntad a pesar del posible dolor y a las niñas se las metía en bosques inmensos en medio de la furia de las tempestades para despertar la memoria. Estas prácticas contribuían al desarrollo del ego lo cual nos iba preparando para entrar progresivamente en la materia. Los cataclismos volcánicos destruyeron la mayor parte del continente lemúrico y así surgió el continente atlántico en el mismo lugar en que actualmente ocupa el océano del mismo nombre. Comparados con nuestra humanidad los primeros atlantes eran hombres gigantes y su percepción de los mundos internos se fue perdiendo hasta que se hizo consciente del mundo físico ingresando despaciosamente en la materia. Sin embargo esto trajo consigo que surgieran todas las cualidades egocéntricas que hoy tanto conocemos. En la 4ª. Subraza Atlante, denominada Turania surgió la violencia, la vacuidad y la ostentación las cuales precipitaron a la ruina a los atlantes, precisamente por el surgimiento, en su mundo interior, de las cualidades que hoy consideramos negativas y dañinas y que todavía nos acompañan produciendo los problemas en todos los ámbitos que nos son tan conocidos. Sin embargo queremos combatirlos fuera del hombre mismo sin reconocer que la solución está dentro de cada cual.


¿Cómo acciona nuestro ego?


Ese camino de inmersión en la materia nos fue generando como decíamos cualidades que ahora debemos ir superando. Así los venerables instructores Buda en Oriente y Cristo Jesús en Occidente nos dejaron sugerencias para conseguirlo pero lo lamentable es que en lugar de trabajar en tal sentido, con el autoconocimiento, nos entregamos a prácticas simbólicas dilatorias e innecesarias.

Con respecto a las referidas cualidades mencionaremos al egoísmo o egolatría que consiste en el excesivo afecto que uno tiene de sí mismo lo cual conduce a un desmesurado interés en atender a su propia persona de desmedro de los demás. Por otro lado el egocentrismo es una exagerada exaltación de la propia personalidad hasta considerarla como preferencial y del más alto relieve, dentro del ámbito en que se actúa.

Estas características personales son factibles de apreciar dentro de uno mismo a través de nuestra diaria actuación y por lo tanto se ve reflejada dentro de cada uno cuando se nos critica, adula o censura. Por supuesto que cada una de estos defectos puede llegar a extremos enfermizos resultando un riesgo para el prójimo porque causan mucho daño y no es necesario ahora brindar lamentables ejemplos. En el caso de que se puedan tornar dañinos para uno mismo la sabia Ley de consecuencia genera dolorosos aconteceres para el que efectúa el daño, brindándole perjuicios como consecuentes naturales reacciones, las cuales hacen reflexionar profundamente y posiblemente cambiar la forma de ser y actuar. Lamentablemente estas cualidades egocéntricas suelen ser difíciles de superar porque el autoengaño y la autoconfusión no nos permiten captar la realidad de los hechos para vernos tal cual somos. El propio dolor en el mejor de los casos puede producirnos una transformación mediando el ejercicio del autoconocimiento que en estas columnas estamos comentando. En próximas participaciones continuaremos con la aplicación de las Reglas espirituales que habíamos comenzando a considerar en Autoconocimiento IV, en lo posible con la mayor brevedad y precisión.

Pedro S. Tavacca

(tavacca.pedro@gmail.com)

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