sábado, 30 de octubre de 2010

Superarse - Recopilaciones por el Hno. José Ocampos


Superarse
Recopilaciones por el Hno. José Ocampos

Es difícil dominarse, pero es satisfactorio cuando llegamos a la
propia superación. Los más grandes hombres son los que se han superado.

La superación en todos los órdenes, es la ley fundamental en
la vida de los hombres y de las instituciones.

El mundo va siempre adelante, siempre progresando; no quedes
tú estacionado, pues en ese caso te desdices de tu condición humana.

Cuán pronto se apagará la luz de la más brillante inteligencia si no
la avivan los vitales rayos del sol espiritual que hará posible transitar
siempre por la senda de la superación.

Supongamos que sembramos una simiente en la tierra donde el
terreno nos parece propicio, pero vemos que pasa el tiempo y la semilla
no llega a germinar; hay algún factor que impide el crecimiento de la
planta, ya sea porque la tierra no es buena o porque no se ha regado,
o porque había demasiado sol o demasiada humedad; lo cierto es que
la planta no ha crecido, no se ha desarrollado. Esto es lo que pasa con
muchas personas que comienzan con entusiasmo, con interés, la vida
difícil del espiritualismo esotérico, donde el valor, la voluntad, el deseo
de superación, la convicción interior debe ser lo primero, lo sustancial,
y se lo deja de lado; al poco tiempo se enfrían perdiendo una maravillosa
oportunidad. En el caso de la semilla, el resultado es que se
pudrió; en el caso del estudiante malogrado es que se quedó seco por
dentro por la falta de espíritu de superación.

La libertad humana tiene su raíz en la conciencia del hombre y
cuando la conciencia está oscurecida por el error y empañado por el
vicio de la falta de voluntad para superarse, no puede existir la verdadera
libertad. Necesario es por lo tanto, destruir el error y el vicio,
iluminar la conciencia del hombre con la luz de la verdad y en la determinación
de superarse.

Un hombre no puede vivir nunca en el vacío, la persona humana
recibe un sinnúmero de excitaciones del mundo circundante exterior
mediante sus órganos sensoriales. Depende de que la persona dedique
su atención positiva, concentrando toda su energía en la acción
que va a desarrollar y así conseguirá sin lugar a duda la superación
para concretar sus anhelos.

La persona que acuse una seguridad en su capacidad, que posee
sentimiento elevado, anda con ligereza, con ímpetu y elasticidad,
no hay duda de que lo superará. En cambio, quien tenga que arrastrar
el invisible peso del sentimiento de inferioridad, camina como el que
lleva una carga considerable sobre sus hombros. Lleva encorvada la
espalda, arrastra penosamente sus extremidades. Anda cabizbajo y
encongido, toda su presencia denota inferioridad, abatimiento. No tiene
espíritu de superación.

Cuando la carga de los sentimientos de inferioridad se hace demasiado
pesada, hasta tal punto que una compensación en las esferas
útiles y normales de la vida no conseguirá restablecer al quebrantado
equilibrio autoestimativo. Sólo un poderoso afán de superación
hará posible equilibrar la balanza en forma favorable.

Cuando hay compensación, el más puro afecto y el sentir profundo
de la amistad leal han vinculado un corazón con otros corazones,
no hay distancias ni barreras que puedan detener a un grupo que va
en pos de un ideal de superación.

No es posible que dilapidemos la vida en inútiles esfuerzos, hay
que tratar de hacer algo importante siempre. No es posible vivir sin
hacer algo útil. No es posible vivir sin obrar, sin actuar, sin tener un fin,
una aspiración, una meta de superación

Cuando hacemos algo influenciado por un poderoso interés, por
un gran esfuerzo de superación, el éxito no se hará esperar. Llegará
siempre.

La intuición es propia de los espíritus superiores y bien equilibrados,
que se adaptan instantáneamente a los problemas que se les
plantean, y encuentran la solución de los mismos como consecuencia
de un intenso deseo de superación y de un rápido razonamiento operado
en su ser subconsciente.

Si todos los hombres nos educáramos disciplinadamente, educáramos
nuestra voluntad y supiéramos concentrarnos en nuestro propio
mundo interior, en el regazo del fecundo silencio, en el santuario de
nuestra conciencia inviolada, encontraríamos sin duda alguna, esa paz
del corazón, tan necesaria, superaríamos sin duda alguna las vanas y
superficiales vibraciones nerviosas que envenenan nuestra vida, que
corroen nuestra vida como un cáncer maligno, por motivos sin mayor
importancia. El único refugio para neutralizar groseras intenciones y
revitalizar nuestra energía anímica, es en el silencio. El remanso de
esa soledad en que solamente pueda aquietarse la voluntad siempre
tensa por la lucha diaria, y donde también encontraremos nuevas savias
de fortalecimiento y de superación.

Para superarnos, debemos ser como la abeja, salir a trabajar,
luchar, defendernos de enemigos, volar incansablemente después de
haber libado el néctar de las flores del largo camino, pero debemos
recogernos en el panal, para en el silencio y en la tranquilidad, restaurar
energías espirituales, elaborar la miel del alma que es el sumun de
la vida y así cumpliremos con la misión de Dios al convertirnos como
sembradores del bien, del amor y de la paz para la formación de una
sociedad mejor con gran espíritu de superación.

El hombre está hecho de una arcilla mezcla de aciertos y fracasos,
de alegrías y llantos, pero el que se esfuerza y busca superarse,
siempre saldrá adelante.

Cuando hacemos algo por alguien: ¡Qué bien nos sentimos!

Si queremos superarnos en el sendero espiritual, hagamos algo
por alguien. Nos sentiremos como gigantes, listos para conquistar cualquier
cosa, por más difícil que sea. Nos pondrá en actitud de permanente
superación para realizar y concretar las más difíciles empresas.

Hay personas que tienen fallas, ya sea de pereza, vicios, temor,
conformismo y otros males, éstos son parásitos que hay que eliminar.

Cuando se busca mejoramiento, superación hay que eliminar de
la mente todo lo que quiera interponerse, para eso hay que tener una
voluntad gloriosa de vencer, de superarse. Ese mejoramiento, esa
superación debe buscarse en nuestra propia alma, en nuestra propia
sangre, en la fuente de nuestro propio ser.

Vivir es aprender para ignorar menos. Es amar para vincularse
más estrechamente con nuestros hermanos, es admirar para compartir
la excelencia de la naturaleza y de los hombres, es esfuerzo para
mejorarse, un incesante afán de superación, de elevación hacia ideales
definidos y superiores.

Cuando la desesperanza y la desilusión no nos aniquilan, es porque
se han convertido en una fuente donde otra esperanza y otra ilusión
veremos surgir.

Para triunfar en la vida hay que tener una moral inclaudicable de
permanente afán de superación que sea para honra y no para caricatura
de honra.

Dentro del corazón del hombre, hay una voz sin palabras que
muchas veces nos acosa y nos apremia para recordarnos que debemos
comprender y aceptar la existencia de Dios, y que Dios es puro
amor y que le gusta ver a los hombres y mujeres en permanente superación.

Cada día debemos resucitar moral y espiritualmente, transformarnos,
superarnos, convertirnos en seres más comprensivos, más
optimistas, más bondadosos, y que la sombra de la duda nunca nos
envuelva.

La vida que no florece y ni es estéril, ni es fecunda, ni crece, es
vida que no merece ser llamada vida.

El deprimido es un agresor. Agrede a los que lo rodean y se agrede
a sí mismo con su pobre estado de ánimo deprimente. Es apático,
apagado, derrotista, no tiene ni no sabe cómo encender la antorcha
de la superación.

Si queremos triunfar hasta el límite de nuestras posibilidades, y
aún más allá de nuestras posibilidades, debemos tener aspiraciones
superiores, incontenible afán de superación, mantenernos en la creencia
de que somos capaces de triunfar y que conseguiremos nuestro
objetivo a pesar de todos los inconvenientes y no habrá dificultades y
obstáculos que puedan detener nuestra determinación de superación
para alcanzar el triunfo final.

Dios a veces nos pone prueba para conocer nuestro poder de
reacción y nos manda algún dolor. En ese caso, debemos agradecer a
Dios por darnos la oportunidad para saldar deudas pasadas y así seguiremos
superándonos para soportar nuevas pruebas para tener mejor
noción de la vida.

Si a un enfermo grave le hemos dedicado todo el tiempo de su
penosa enfermedad, todo nuestro amor, toda la nobleza de nuestro
más puro sentimiento, la muerte de esa persona: será como una de
las grandes formas eternas de vida y una maravillosa enseñanza para
superarnos en la vida.

Este hermano va envejeciendo en edad pero no en espíritu, buscando
llegar al oasis de la paz infinita tratando de sembrar siempre. En
mi andar no hay dolor que no haya conocido en este largo existir, pero
me siento muy feliz por la misión que Dios me ha encomendado. Las
dificultades, pruebas que Dios me ha mandado, han servido para ver,
aprender y comprender para superarme y poder ser un buen colaborador
del Señor. La misión más grata que se nos puede dar es atender
a un enfermo. Sintámonos felices cuando Dios no manda esa misión.

* * *

469 - JOYAS ESPIRITUALES - 07/01 - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY

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