lunes, 6 de septiembre de 2010

EL HOMBRE Y LA FE - L o s S í m b o l o s B í b l i c o s a l a Luz d e l a F i l o s o f í a R o s a c r u z


L o s S í m b o l o s B í b l i c o s a l a Luz
d e l a F i l o s o f í a R o s a c r u z

Traducido de la revista Correio Rosacruz del
Centro Fraternal Rosacruz de Río de Janeiro - Brasil

EL HOMBRE Y LA FE


Cristo Señor vino a la Tierra para enseñar a la humanidad una
lección particular. Si Su destino era convertirse en Salvador del mundo,
lógicamente la mayor lección que podría enseñar al hombre sería
la Fe: Fe en su DIOS y Fe en la vida después de la muerte. Con Su
propia muerte, Cristo traería al hombre la Fe y la seguridad de una
VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE.

Él predicó la inmortalidad, hecho este que, sin duda, se imprimió
en la humanidad. Al pasar por la muerte y la Resurrección, El demostró
al hombre y le dió pruebas de que la vida no termina con la muerte.

Para tal demostración, se le apareció a María, Madre de Jesús, y a los
discípulos en Su cuerpo espiritual.

Pablo (I Cor. 15:6): Después se les apareció a más de quinientos
hermanos, de los cuales muchos creyeron en la continuidad de la vida.

Caminó con ellos, y conversó con los que tenían oídos para oir, para
que pudiesen creer que lo que él había predicado, la inmortalidad del
Alma, era una realidad, y que después que abandona su cuerpo físico el
hombre continúa viviendo en un cuerpo más sutil y etéreo. (II Cor. 5)

LA FRATERNIDAD ROSACRUZ.

La Fraternidad se empeña en servir al hombre, ayudándolo a comprender
que todo ser humano es un Espíritu Inmortal, hecho a imagen
DIOS, pues nos fue dicho que DIOS dijo: “Hágase al hombre a nuestra
imagen.” Luego, si DIOS es Espíritu y el hombre fue hecho a Su
imagen, podríamos continuar negando que el hombre no puede
morir? –porque si muriese, una parte de DIOS moriría también.

Podría tal ser (mortal) volverse, él mismo, un creador –como DIOS
nos destinó a ser- si una vida terrestre constituyese toda su existencia?

Si, después de vivir, en promedio, unos setenta años, dejase de existir,
sin ninguna oportunidad ulterior de volverse perfecto, como es perfecto
su Padre Celestial?

REFLEXIONES APROPIADAS AL HOMBRE.

Si cada uno se detuviese a reflexionar sobre este asunto, no podría
dejar de convencerse de que el hombre también debe continuar evolucionando,
aprendiendo, perfeccionándose, con el objeto de volverse tan
sabio como su Padre Celestial –lo que ciertamente no puede ser realizado
durante los pocos años de una única vida.

Para aprender estas lecciones en la Tierra –objetivo para el cual
DIOS dió al hombre poder- éste debe retornar vida tras vida y, en cada
existencia, renacido de nuevo, debe asumir su cruz de materia: su
cuerpo físico.

Es mediante las diferentes envolturas de sus cuerpos que el hombre
debe aprender a convertirse en un creador, como su Padre que está
en los cielos. Estos cuerpos son los instrumentos que emplea en el esfuerzo
de dominar sus impulsos y aprender todas las lecciones de la vida,
de modo que pueda ser reconocido como hijo por su Padre Celestial.

EL CUERPO FÍSICO.

Este instrumento (el Cuerpo Físico) se cansa y se agota. Es necesario,
por consiguiente, que el Espíritu lo abandone de tiempo en
tiempo para asimilar y amalgamar toda la experiencia adquirida en la
Tierra. Por tal motivo, DIOS dispuso que el Espíritu deje su antigua o
usada vestimenta, ya gastada por el tiempo vivido, y actúe o, mejor
dicho, viva en su cuerpo espiritual.

Cuando esto ocurre, el hombre, en su limitada visión, se “desliga”,
y el cambio le parece la despedida final de un ser querido.

Cuando ese traje ya gastado se desintegra, el denominado “muerto”
se reviste y actúa con otros ropajes, el cuerpo más sutil y etéreo, en
el cual el verdadero ser no está limitado ni por la distancia ni por los
obstáculos; él se desliza a través de toda materia y elementos en su
cuerpo espiritual, del cual nos habla Pablo en la II a los Corintios como
“una casa no hecha por manos, eterna en los cielos”.

En ese vehículo, nuestros amigos y seres queridos pueden visitarnos.

Aunque sea cierto que, en nuestra ceguera, tal vez no hayamos
desarrollado los ojos espirituales para poder verlos, no por eso están
ellos menos cerca de nosotros. Ellos todavía se interesan por nuestro
bienestar, y, cuando los necesitamos, nunca nos fallan –si guardamos
su memoria con respeto y amor-. Muchas veces ellos nos animan y
ayudan mucho más de lo que podamos creer, y siguen amándonos.


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463 - JOYAS ESPIRITUALES -- 01/01 -- FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY

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